RUTA CON LA PEÑA CICLOTURISTA AMALIENSE
Crónica de Pedro Carrasco Cuesta
Tal y como estaba previsto de antemano, este domingo nos desplazamos a Don Benito para devolver la visita que teníamos comprometida con la peña ciclista Vegas Altas.
El grueso de la gente va en coche hasta el hotel Veracruz, donde hemos quedado en juntarnos. Pero Andrés, Domingo y yo decidimos salir del pueblo en las bicis.
En el lugar de concentración de cruzan saludos, acompañados de nombres que se olvidan al momento.
Mirando el nutrido grupo de Perrigalgos que han acudido a la cita, veo que faltan los tres que son susceptible de hacerse cargo de relatar la crónica de la etapa y me digo: “Bueno, pues tienes
otra vez todas las papeletas”. Faltan Perrigalgos tan ilustres como Emiliano, Jesús Beltrán, Juan Carlos o el “Trío Amarcord” (Paco, Pablo y el Capi), como les llamó Javi. Pero han vuelto los
seis o siete jóvenes, que son como el Guadiana: lo mismo aparecen como desaparecen.
Cuando se bajan las bicis del camión, vemos con sorpresa que hay dos que están pinchadas (Javi, Diego, no seáis tan cabrones: hay que barrer el camioncillo de chinchetas y puntas de vez en
cuando, eh. ¡A ver si va a tener ese camión más peligro que un camino lleno de abreojos!)
Arrancamos con dirección a la carretera de Las Cruces, donde se unen los últimos ciclistas. Rodamos a buen ritmo por el camino que discurre paralelo a la carretera, formando un heterogéneo
pelotón de 41 unidades (27 Perrigalgos y 14 de la peña Vegas Altas). La nota más novedosa y grata, por extraña, la pone la presencia de Irene, una guapa muchacha que nos acompaña a pedalear; y
por lo que se vio en la etapa, no desmereció en absoluto.
Antes de llegar a Las Cruces, giramos a la izquierda por un camino que nos adentra en un bonito paraje de bosque mediterráneo y monte bajo, jalonado de berrocales, con suaves y constantes
ondulaciones. Pronto dejamos el camino y nos adentramos por un enrevesado sendero, cruzado por arroyuelos. Yo ya conocía estos lugares, por haberlos descubierto en mis rutas como explorador en
solitario, pero mis compañeros disfrutan como enanos de unos paisajes y parajes desconocidos para ellos.
Tras cruzar una verja, paramos para reagruparnos. Nuestros compañeros no se avienen por la ruta a seguir. Al final, nos dirigen por un camino plagado de zanjas y socavones, que es precisamente lo
que le hace más encantador.
Antes de llegar a las minas del Lobo torcemos a la izquierda, camino del puente de La Pared. Mirando a la derecha, veo la caseta que hay en la cima del monte Arrazauces; y es que estamos a tiro
de cabra de la piedra (al revés, para que me entendáis).
Llegamos al puente sobre el río Ortigas, llamado La Pared. Es una construcción singular y majestuosa que se aparece con una especie de muralla a cada lado de los ojos. En ese lugar paramos a
reponer fuerzas. Pero en esta ocasión, en lugar de los acostumbrados plátanos o barritas energéticas, lo hacemos con los bocadillos y refrescos con que nos regalan amablemente nuestros
anfitriones.
Se charla en un ambiente distendido entre bromas y comentarios ocurrentes. Un cachondo que se apresta a retratarnos me dice antes de disparar, viendo mi reluciente calva: Échate el flequillo para
atrás”.
Tras el tentempié, arrancamos para cubrir los últimos kilómetros. Camino de La Haba volamos con el aire de culo por un terreno favorable. A cada momento nos cruzamos con ciclistas en dirección
contraria o nos adelantan moteros y “cuatreros”, con sus estruendosas máquinas.
Pasada la población de La Haba, a Javi se le rompe la cadena. Mientras se subsana la avería seis números (Domingo, Tomás David, Antonio “el Negro”, Manuel Jesús, Moi y un servidor) decidimos
desgajarnos del pelotón y volver a casa en bici. Nos aplicamos al pedaleo (ahora con el viento de costado) por la pista de toboganes que va a Don Benito. Vemos en una loma a la derecha un remedo
del Partenón, ese adefesio de monumento que tardará varios siglos en estar tan ruinoso como el de Atenas. Alrededor, un pequeño palmeral que tardará un siglo en parecerse siquiera al de Elche,
cuando todos estemos calvos.
Moi dice que quedó en tercera posición en la categoría de cadetes en la prueba que disputó la semana pasada en Magacela. Tomás David comenta, observador: “¡Vaya bicis que tienen algunos de los de
Don Benito!”
A punto de llegar a la sierra Quesera, nos adelantan los coches de los Perrigalgos, haciendo sonar el claxon a modo de saludo. Mientras bajan las bicicletas del camión, seguro que los seis que
venimos en bici estaremos en el pueblo.
Es la una y pico cuando llegamos a casa tras una jornada placentera, donde henos pedaleado ciclistas de edades tan dispares como muchachos imberbes y hombres de edad provecta.
Ahora la pelota está en el tejado de los Perrigalgos, hasta que el destino vuelva a juntarnos en nuestro terreno para seguir “haciendo camino al pedalear”.