BAÑO TURCO A LA CATALANA ("El hundimiento").
En un baño turco el bañista primero entra en una sala caliente, el cuerpo empieza a sudar hasta que la acción del vapor se mantenga el nivel de sudoración. Después
se toma un baño frío para que el cuerpo vuelva a la temperatura normal. Pero en un baño turco "a la catalana" el procedimiento es a la inversa: el bañista se levanta temprano en una mañana fría,
quizás la más fría del año. Coge su bici y, en compañía de otros ciclistas, va en busca de un charco, el charco más hondo que haya, pues tiene que engullir bicicleta y ciclista. Una vez
localizado, se dirige hacia él con disimulo, pero con decisión de cruzarlo, hasta que la fuerza del agua le impida continuar pedaleando. Cuanto más tiempo se permanezca dentro del charco, más
efectiva será la zambullida. A continuación el bañista-ciclista se incorpora con el cuerpo congelado, la ropa mojada, la cadena desengrasada, pero la moral intacta. Más de cuarenta kilómetros por
delante para secarse, dos cervezas para calentarse y una ducha final en casa para relajarse. ¿Alguien quiere probar?
El mes de diciembre había terminado lloviendo y en lo que llevamos de enero sólo había dejado de llover diez minutos antes del inicio de la Cabalgata de Reyes. Charco, barro, arroyos y ríos
crecidos iban a condicionar nuestra ruta. El objetivo era llegar a las Cataratas de la Merchana, pero no teníamos claro qué camino tomar. Ir por la ruta de los eucaliptos estaba descartado por el
barro rojo de la bajada. Ir directos por carretera tampoco entusiasmaba. "Por aquí no, por allí tampoco", nos condujo a una alternativa nueva: Doña Blanca-"donde derrapa la mujer"-los
caballos-carretera hasta cruzar puente y camino a la derecha. Lo demás como siempre.
Con este objetivo, partimos los que ese día no trabajábamos, los que no estábamos lesionados, los que no nos habíamos quedado dormidos, los que nos apetecía pasar frío.
Definitivamente se impone como segunda equipación, la de invierno, la chaqueta naranja, la "cachonda" (etxeonda) con distintos matices de colores: naranja fuerte -la normal-, naranja apagado -la
de esta temporada-; naranja rojo fuerte -para los daltónicos-; naranja rojo subido -para los que no renuncian a ir conjuntados con su bici-; naranja-rojo-negro -que con varios lavaos puede
aproximarse al naranja...En fin, todos conjuntados.
Las navidades, como siempre, hacen estragos en nuestra forma física. Sube la barriga, baja la forma física. Por lo tanto, tranquilos. Por delante, como ya va siendo habitual, Barna, con su
característico pedaleo. Espalda recta, cabeza al frente elevada y rodillas ligeramente abiertas. De paseo por el campo. Sólo le falta el cesto de mimbre en el manillar para meter las flores,
porque ir silbando ya lo hace. Es impactante la imagen de ver alguien pedalear con esa alegría, esa despreocupación y, de repente, desaparecer, hundido en más de medio metro de agua congelada.
¿Qué haces?. ¿Te ríes?. ¿Te metes con él en el charco por solidaridad?. ¿Haces un fuego, como en las películas para que se seque cuanto antes? !Noooooo!. Porque en las películas es una tía
buenorra la que se quita la ropa y se cubre con una manta. Y éste no es el caso. Al final, te quedas parado, expectante... Lo normal es darse la vuelta. Pero ¿y si te está esperando tu mujer para
ir de compras?, ¿y si te echa la bronca por llegar a casa empapado? Yo también hubiera continuado.
En poco tiempo llegamos al paso del río Ortigas que conduce a la trialera. Pero esta vez no íbamos a cruzarlo. Ni queríamos, ni podíamos. Iba bastante crecido. Nos metíamos en una zona donde no
hay camino definido. No sabíamos qué nos íbamos a encontrar. Por dónde ir concretamente. Teníamos la referencia del río a la izquierda, alambradas a la derecha y al fondo las Minas del Lobo. En
este triángulo nos divertimos, lo pasamos como niños. A más de uno se le escuchó cantar infantilmente, de esa forma que lo hacía Miliki ("nanaina, nanaina..."). Ahora subo un montículo; ahora
bajo por una peña; o cruzo un arroyillo. Unos tiran por una vereda de ovejas a la derecha, otros se aproximan a la orilla por la izquierda. Nos encontramos más adelante, nos paramos. Saltamos una
valla, saltamos otra... Y así una media hora tranquilos hasta llegar al camino que nos lleva a las chumberas.
Llegados a este punto, no teníamos claro si continuar por las chumberas camino de las cataratas o girar a la izquierda camino de las Minas del Lobo. Optamos por la segunda. Era temprano y no
íbamos muy castigados. Entramos en una zona complicada. El camino de las Chumberas había sido un arroyo durante los días de lluvia y estaba lleno de piedras sueltas que dificultaba mantener la
rueda de alante firme. Le tocó esta vez a Javi Tico Doco realizar un aterrizaje forzoso sin consecuencias. Esta vez no había charco.
Ya en la zona de los caballos paramos para reagruparnos. Aquí nos encontramos con los cuatro colegas de Don Benito que casualmente siempre encontramos están parados en algún cruce.-¿Dónde váis?
nos preguntan. Fácil respuesta: a la Croisantería. Era lo único claro que teníamos desde que salimos: punto de salida el obradoiro, destino, la Croisantería. Otra cosa distinta era por dónde ir
para llegar allí.
Con un ritmo bastante fuerte llegamos por fin a las Cataratas. Vaya caudal que llevaba el río. Paramos un buen rato para comer un poco y hacer fotos e, incluso un video que pasará a la historia
de los documentales de naturaleza y que comienza narrando Mario así: "Estoy grabando señores. Nos dirigimos a las cataratas del Guadia...Guadamez de la Gaga..."
Con el objetivo cumplido, nos dirigimos a casa. Daba igual si había barro o si los arroyos iban crecidos. Era ya un poco tarde y había que ir directos. Camino de los eucaliptos nos encontramos
con un pequeño obstáculo. Un arroyo que para cruzarlo en principio había que mojarse. De eso nada. Unas piedras grandes puestas por aquí, otras más allá y apoyarse en ellas con cuidado.
Después de tantos kilómetros con charcos y barro las bicis y nosotros mismos estábamos más o menos decentes. Hasta que llegamos a las pistas grises. Qué manera de soltar agua y barro fino. Nos
pusimos guapos. Y guapas dejamos las sillas de la Croisantería. Al menos no había llovido, aunque alguno sí se había mojado.
Por Javi(Penúltimo)